
La actividad marítima en las aguas del Plata se inicia gracias a las preclaras ideas de Manuel Belgrano quien, como Secretario Perpetuo del Real Consulado de Industria y Comercio del Virreinato, era el encargado de diseñar nuevos proyectos para el desarrollo.
El Consulado de entonces constituía el tribunal arbitral del fuero comercial, el centro de discusión de los planes de progreso de la región, la autoridad de aplicación de las normas Reales de comercio e industria. En suma, constituía lo que en los sistemas republicanos es el Ministerio de Economía.
Desde allá y con una profunda vocación localista, Belgrano se dedicó con gran empeño a impulsar una cantidad de medidas que por su alcance se puede definir como el plan integral de desarrollo de la región. En ese sentido es una de las primeras personas que desde un rol activo de gobierno determina que las posibilidades de desarrollo del Virreinato estaban centradas en el agro, para la producción de materias primas, una agroindustria para agregarle valor a los productos y, finalmente, una capacidad de transporte para alcanzar los centros de consumo mas importantes del mundo sin depender de otras naciones que controlaran los fletes.
Llegado el punto de decidir cuales serán los fundamentos de la capacidad de transporte mencionada, Belgrano concluyó que era necesario fomentar todas las industrias que permitieran iniciar una rudimentaria industria naval. Así apoyó y promovió la plantación de cañamo y lino, la forestación, el aserrado de maderas y la creación de astilleros para embarcaciones adecuadas a la navegación del Río de la Plata y demás ríos interiores.
Pero la actividad más decisiva respecto de la creación de una Marina Mercante consistió en dotar a estas tierras de las personas adecuadamente formadas y capacitadas para tripular los buques.
Así logró que el 5 de octubre de 1799 se aprobara el Primer Reglamento de la Escuela Nacional de Náutica, que redactó en forma personal y que se nombraran las autoridades del flamante instituto. Esos nombramientos recayeron en el Ingeniero Voluntario del Ejército Don Pedro Antonio Cerviño y Núñez y en el Piloto de Altura Don Juan Alsina.

De esta forma el 25 de noviembre de 1799 abre sus puertas a todos los jóvenes la Escuela de Náutica, constituyéndose en el primer instituto de enseñanza superior de las ciencias exactas que se fundara en el Virreinato del Río de la Plata.
Desde entonces y hasta nuestros días, se han formado a los hombres que por vocación se dedican a tripular los buques mercantes.
Un repaso por nuestra historia nos permite ver que durante el Siglo XIX, todo el país sufrió una serie de convulsiones con sus correspondientes avances y retrocesos hacia la institucionalización que afectaron no sólo a la Escuela sino a la actividad marítima en general. Asimismo es importante destacar que cada vez que se iniciaba un período de progreso se insistía en la necesidad de reabrir las puertas de la Escuela que entregaba a la Nación los hombres que por conciencia y vocación estaban dispuestos a encarnar la acción concreta de los intereses marítimos argentinos e impulsar la Marina Mercante como herramienta de la soberanía económica y la acción geopolítica.
Así en 1896, luego de la organización nacional, las puertas de la Escuela se vuelven a abrir en forma definitiva y dado que para esos años existía una importante cantidad de Oficiales de la Marina Mercante, comenzó la actividad asociativa de esos hombres que podemos considerar pioneros. En ese contexto de fin de siglo, cuando comenzaban a desarrollarse las ideas sobre el valor del trabajo, un grupo de Maquinistas Navales, se decidieron a fundar el Centro de Maquinistas Marítimos.
Los primeros pasos no resultaron fáciles, lo que nos hace ver con admiración la voluntad y capacidad demostrada por aquellos colegas del pasado.

Ante la necesidad de crear un organismo gremial para la defensa de los intereses comunes, el mejoramiento de las condiciones de trabajo, la reducción de las prolongadas jornadas laborales y gestionar ante las autoridades de gobierno la aprobación de las normas que reglaran el ejercicio de la profesión, un grupo de obreros marítimos especializados, nucleados hasta ese momento en la sociedad “La Operaria Mecánica” del barrio porteño de La Boca, luego de repetidas y frustradas tentativas, decidieron finalmente la fundación del “Centro de Maquinistas Marítimos”, entidad que de acuerdo a los fines perseguidos y declarados en ese momento, “los nuclearia en su común actividad laboral, fomentará la ayuda reciproca y realizarán todas las gestiones posibles a fin de obtener de las autoridades la reglamentación oficial del flamante gremio”.
Esto ocurría el 5 de Junio de 1897. A las 19.00 hs. De ese día, catorce emprendedores y decididos trabajadores marítimos, reunidos en el local de las calles Del Crucero y Brandsen, cimentaron el jalón inicial de nuestra hermosa profesión.
Vaya, en homenaje a sus memorias, sus nombres:
- Juan Alluisetti,
- Ernesto Wedekind,
- Ricardo Tallon,
- Carlos Guarneri,
- Pablo Guazzoni,
- Cesar Carusso,
- Eduardo Brugnoni,
- Jose Bibergi,
- Juan Vidovisich,
- Víctor y Tomas Bergeen,
- Carlos Nelson,
- Carlos Samuelson y
- Carlos Granwell.
Inicialmente, nuestros fundadores resolvieron instalarse en una de las habitaciones del edificio de “La Operaria Mecánica”, designando seguidamente la primera Comisión Directiva y redactando el primer Reglamento Interno.
Luego, problemas de funcionamiento y espacio físico, además de la necesidad de contar con un espacio propio, hicieron que se comenzaran a arrendar locales en el barrio con destino a la instalación de la sede gremial.
Así, nuestros antecesores se instalaron consecutivamente en la calle Pinzón 474, en Carcarañá s/n, en Brandsen s/n, en Almirante Brown 917, en Necochea 922, en Aristóbulo del Valle esquina Almirante Brown, en Pinzón 295 y en Almirante Brown 1176, luego en el 1347 y en el 1166 de la misma arteria, hasta que finalmente y luego de no pocos esfuerzos, en el año 1926, consiguieron construir la primera sede propia: el hermoso edificio, aún existente y perteneciendo al patrimonio del Centro, de la calle Blanes 383, habiéndose obtenido, ya para entonces, la Personería Jurídica que venia tramitándose desde el momento de la fundación.
Ella lleva la fecha del 24 de Mayo de 1909 y la firma del entonces Presidente de la República José© Figueroa Alcorta. Además, el 7 de Mayo de 1925, el Poder Ejecutivo había aprobado las modificaciones y ampliaciones introducidas en el Reglamento de la “Escuela Nacional de Pilotos” por medio de las cuales se hacían extensivos los beneficios de la preparación impartida en ese instituto educacional, al cuerpo de oficiales de Maquinas de la Marina Mercante Nacional y las ventajas de mejorar la formación de los entonces Ayudantes de Maquinas y los Maquinistas de 3ra. y de 2da. clase.
Allá entonces, en nuestra flamante primera sede propia de la calle Blanes 383, siempre en el barrio de La Boca, continuará desarrollándose, a veces con bonanza y otras con asperezas, la vida institucional de nuestro Centro.
Como jalones en el camino recorrido desde entonces, quedarán marcados la aparición del primer numero de nuestra revista “El Maquinista Naval” en 1936; nuestra nueva denominación de “Centro de Jefes y Oficiales Maquinistas Navales Profesional y Mutual” en 1946; la obtención de la Personera Gremial con fecha 25 de Enero de 1947; la adquisición de nuestra nueva y actual sede social de la calle Libertad 1668 en 1947; la prolongada huelga de 1950 que traerá consigo la intervención de nuestro gremio; el importante logro de la fundación de la Universidad de la Marina Mercante en 1966; el nuevo y actual cambio de denominación para nuestro Centro en 1969; la compra de los terrenos y la construcción del “Maquinaval Country Club” en 1972; la adquisición de la propiedad de Campana para la instalación de una sede en aquella ciudad en 1981; los trabajos de preparación, concreción y puesta en funcionamiento nuestra propia Obra Social en 1985; el trago amargo de contemplar la destrucción de nuestra Marina Mercante y la consiguiente perdida de puestos de trabajo para nuestros colegas a partir de 1990 y la celebración jubilosa del centenario de nuestra fundación en 1997.
Un hito importantísimo en la trayectoria del Centro de Jefes y Oficiales Maquinistas es, sin duda, la creación de la Fundación Manuel Trigo y la Universidad de la Marina Mercante, que constituye una de las pocas universidades de origen gremial en el mundo, formada con el objeto de encaminar las inquietudes exteriorizadas el Centro y personas vinculadas al mismo en el sentido de crear los medios para posibilitar la capacitación a nivel universitario de los Jefes y Oficiales Maquinistas Navales.
El Centro designó asociados que lo representen en toda la gestión que hizo falta para crear esta entidad, coherente con los estatutos sociales en cuanto a la jerarquización profesional y la superación en materia de conocimientos técnico científicos, aceptando los profundos cambios que el progreso tecnológico introduce y que deben ser asimilados por los Jefes y Oficiales Maquinistas Navales para mantener su nivel en el Ámbito de su actuación.


De esa manera la Comisión Directiva dispuso de los medios humanos y materiales necesarios para crear la Fundación Manuel Trigo, en honor al Primer Presidente del Centro de Maquinistas Navales, con el objeto de impulsar la Universidad, que hoy en día es una realidad concreta que brinda opciones de enseñanza superior a los Socios del Centro y a la juventud en general.
Largo es el camino recorrido. Más de ciento diez años de existencia para una institución formada por hombres de trabajo que cumplen una labor especifica, no es un hecho común en los tiempos que vivimos.
Pero combatiendo contra todos los inconvenientes que fueron surgiendo en el camino, hemos llegado victoriosos al momento actual, en una larga trayectoria que ha demandado esfuerzos y sacrificios casi anónimos realizados por hombres que concibieron la posibilidad de aunar todas las voluntades en una entidad gremial genuinamente representativa de los intereses y las aspiraciones comunes.
Los entusiasmos y las energías que pusieron a prueba los hombres de las primeras horas, deben ser renovados y multiplicados por quienes en el presente alimentan el firme propósito de llevar a puerto seguro la nave de nuestras más caras y justas reivindicaciones, toda máquina adelante en la esperanza, en un magnifico alarde de voluntad consciente. La historia nos enseña que en las lides sociales, el triunfo correspondió siempre a los más fuertes y decididos.
Ello debe constituir un permanente acicate para la acción, que es la forma en que podrán alcanzarse los éxitos perseguidos desde aquel hoy lejano 1897 por los colegas que nos precedieron en nuestra profesión.